Muchos somos muy afortunados al ser adultos y todavía contar con la compañía de nuestros padres, al menos, con uno de ellos.
Tal vez no vivamos en el mismo lugar, ya que estamos haciendo nuestras vidas con nuestras propias familias, pero aún así nos mantenemos en contacto constantemente y estamos al pendiente de ellos.
Mi más terrible miedo cuando era niña, era el de que alguno de mis padres muriera. Pedía en mis oraciones que esto sucediera dentro de muchos, muchos años, cuando yo ya fuera grande. Mis suplicas fueron concedidas, pero aún ahora de adulto, con todo mi corazón quisiera poder siempre contar con su presencia y su cariño; más ahora que disfruto el estar a un nivel de madurez similar. Antes yo era la niña y ellos los adultos, y ahora “todos somos adultos”.
Pero la realidad es que el tiempo pasa y nuestros padres están empezando a cambiar. Con los años sus cuerpos y sus mentes han cambiado y aquellos padres a los que algún día veíamos fuertes e invencibles, ahora empiezan a mostrar señales de que una nueva etapa en sus vidas se aproxima.
Antes ellos nos cuidaban y tomaban las decisiones por nosotros. Ahora nosotros deberemos de cuidarlos y tomar decisiones por ellos.
Esto es especialmente difícil cuando se presenta el diagnóstico de alguna enfermedad crónica. La primera reacción de nuestros padres – y la de nosotros- es de shock. “¡A él o ella no le puede estar pasando esto!”… y después hacen su aparición la tristeza, el miedo, el coraje y finalmente, la esperanza.
Nuestra mente empieza a imaginarse todo lo que podría pasar en el peor de los casos. Esto es lo normal, pero para poder ayudarlos, y ayudarnos a nosotros mismos a enfrentar esta nueva etapa en nuestras vidas, debemos aprender a controlarnos y mantenernos en un estado de paz constante.
¿Cómo? Cambiando nuestro enfoque acerca de la situación.
Además de aprender lo más que podamos acerca de la enfermedad que están padeciendo, de prepararnos legal y financieramente, de ayudarles a obtener todo lo que necesiten para su cuidado y de asegurarnos de que puedan mantener una buena calidad de vida, es en estos momentos cuando debemos estar más conscientes de nuestros pensamientos y nuestros sentimientos para manejarlos de una manera positiva.
Irónicamente, en muchas culturas crecimos con la idea de que cuando alguno de nuestros seres queridos se enferma, nos debemos de preocupar muchísimo para poderlos atender. Claro que es natural que nos preocupemos porque no se sienten bien, pero si nosotros estamos constantemente preocupados por la situación, el estrés no nos va a permitir tener claridad, creatividad ni fuerzas para poder ser su apoyo y tomar las mejores decisiones. Incluso, si nos dejamos arrastrar por la tristeza y el temor, hasta nosotros mismos podemos acabar enfermándonos causándoles aún mas pena y problemas a nuestros padres.
En estos momentos tenemos dos opciones:
1) Ver la situación mediante los ojos del ego y pensar que esta situación es una tragedia, pensar en todo lo malo que pudiera suceder y sentirnos desanimados.
2) Ver la situación mediante los ojos de nuestra espiritualidad y con curiosidad preguntarnos, ¿cómo es que esta situación puede traer algo bueno a nuestras vidas?
La realidad es que todos vamos a pasar por este proceso tarde o temprano así es que hay que aceptarlo en vez de resistirlo.
En vez de pensar en el peor de los casos, mejor vamos a pensar en “el milagro que pudiera suceder”.
Hay que ver la situación como una oportunidad para valorar más el tiempo que aún tenemos con ellos.
Hay que ver la posibilidad de que la situación tal vez traiga consigo el regalo de ayudarles a nuestros padres, y a nosotros mismos a revalorar nuestras vidas; a concientizarnos y a estar agradecidos por todas las experiencias que hemos vivido, buenas o malas.
Tal vez esta situación nos está dando la oportunidad de enfocarnos, de ahora en adelante (sin importar cuánto tiempo sea el “adelante”) a perdonarlos y a perdonarnos a nosotros mismos, a vivir intensamente en el presente y a vivir más apegados a nuestra espiritualidad, haciendo las cosas que en realidad valen la pena y pasando el tiempo con nuestros seres más queridos.
Hay que pensar en la probabilidad de que esta nueva etapa simplemente es la antesala de la siguiente fase en la evolución espiritual de la existencia de nuestros padres, y que hay un gran propósito para ella aún cuando no lo podamos comprender.
Hay que estar agradecidos porque hemos tenido el privilegio de tener a nuestros padres con nosotros durante toda nuestra vida.
Hay que ser mucho más pacientes con ellos (y con nosotros mismos) porque el ver los cambios que ocurren en sus cuerpos los puede volver más tercos, irritables o sensibles.
Finalmente hay que recordar que como ellos, algún día tarde o temprano nuestros cuerpos y mentes ya no funcionarán como lo hacen ahora. Que será normal sentir miedo y tristeza ante el cambio, pero que será necesario recordar que nuestra existencia no se limita a un cuerpo ya que primordialmente somos seres espirituales.
Mientras tanto, mientras todavía estamos todos juntos, aprovechemos cada día y cada momento para expresarles, con palabras y con hechos, cuanto los queremos y cuanto estamos agradecidos con ellos por todo lo que ellos han hecho por nosotros.
Si estas pasando por una situación similar deja un comentario y dime que haces para mantenerte en calma, o si esto es muy difícil para tí.
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